Ayer paseabamos por el barrio de Sta. Cruz en Sevilla hasta llegar a la Plaza de Dña. Elvira. No había nadie en la plaza, solo algunas palomas que tomaban su baño en la fuente en medio, el sonido tranquilo del agua cayendo y olor a garripiñada del comercio en la esquina de la plaza. Me sentí inevitablemente invitado a sentarme y disfrutar de ese momento de paz que me estaba ofreciendo la vida, mi vida.
Mientras mi amada se acercaba para sentarse, y una pareja que pasaba por ahí se paró para besarse, apareció en mi cabeza una canción del Niño del Elche, 'Informe para Costa Rica', sacado de un poema de Antidio Cabal que dice lo siguiente: 'Antes de que tengas policía, política y salas de tortura Y las plazas y los parques sean lugares inseguros Lugares inseguros pasear entre los árboles y flores Y en las cafeterías sea necesario hablar en voz baja Escribir los pensamientos en las paredes de los inodoros... ...Y haya toque de queda Y prohibidas las reuniones sin permiso Los grupos callejeros, los bailes y los besos...' Poco después, mi amada me tomaba estas fotos, y descubríamos esta pintada detrás del banco donde nos habíamos sentado, antes de seguir caminando hasta los Jardines de Murillo, no sin antes conocer la leyenda de Susona. Leyenda que me hizo tener reflexiones muy dispares. La primera y mas simple, ¿porqué llamar al programa de TV 'La Isla de las Tentaciones' y no 'La Isla de las Traiciones'?. Que empeño tenemos en no llamar las cosas por su nombre, lo que es obvio. La segunda, y un poco mas compleja es... que voy a morir. Esto no es una mala noticia. Al menos para mí, aunque no quiero morir e imagino que tampoco le gustaría a mis seres queridos, tarde o temprano, todos vamos a morir. Me pregunto: ¿A qué viene tanto empeño en sentirses eternos?, ¿Qué nos impide aceptar la muerte como parte del proceso de la vida-muerte-vida?, ¿Cómo hemos llegado moralizar la muerte y demonizarla? Si la vida pertenece a la luz, al sol, a lo masculino, de nuevo estigmatizamos la muerte como algo ajeno, como la sombra, la luna, lo femenino. De nuevo lo dividido, lo fragmentado se polariza, se vuelve extremo, externo, radicalizado.
0 Comentarios
FOTO: Aoife Casey Una historia de amor de 2200 caracteres.
He mirado su perfil de whatsapp 20 veces en la última hora. La esperanza nunca se pierde, sobre todo cuando uno siente que se acaba. Fantaseo con escenas de pasión y sexo irrefrenable, donde ambos nos fusionamos confirmando ese amor único e infinito. ¡Despierta weón, no seas boludo!, dice mi Mente Sana, mi Yo del Futuro. En el último mes he tenido una historia de amor corta, bella e intensa. ¿O solo un rollete?. Como en la adolescencia, como en el verano. ¡Que maravilla!, no por lo infantil o el boom hormonal de este período vital, sino porque sentí ilusión, una ilusión ‘como la de antes’. El que escribe, soy yo, pero el del futuro. No hace apenas unas horas que esta relación se acabó. Aún no se muy bien porqué, si se que siento el dolor, el que anuncia, no calla. Tampoco se equivoca. Me estoy aguantando publicarlo. Hacía tiempo que no sentía esa ilusión. Un hombre maduro no se deja llevar por bobadas que no son reales, tiene los pies bien puestos en la tierra. Pero, ¿a quién hace ascos una bella mujer, con una alma hermosa?. Una voz en mi cabeza me pide quedarme, retener por un instante la dulzura amarga del cacao puro. Que se quede entre los dientes, para chuparlo más tarde. Solo una dosis más, me dice - Conozco su tono, a veces víctima, a veces mendigo. Quiere vivir hasta el último instante, rebañar el plato hasta que brille - Desea tener una relación, ni seria ni convencional, solo donde pueda quedarse un rato más. Construir un presente. La otra me habla, y me pide que pare, que ya sé por donde va - A esta voz también la conozco. Siempre viene a rescatarme. Es como el diablo, sabe más por vieja, que por diablo - El alma siempre acierta. Eres hombre hermoso y consciente, no has venido a sufrir, ser feliz es tu presente (ambos significados), me afirma. Hay una sensación de apertura en la zona del tercer ojo. Gracias, le respondo. Hay historias de amor que son como una publicación de IG, cuando ya no entran los caracteres, no los puedes forzar, tienen un límite. Uno aprende a quitar lo que no es importante para dejar lo esencial, lo mas honesto y verdadero. Así siento más amor por ti, así también te quiero. Foto: Aoife Casey Cuando era pequeño, apenas tenía unos 7 años, me encantaba mirar a la luna en las noches de luna llena. Me inspiraba solo con mirarla y escribía poesía a una supuesta amada. No era el típico niño que jugara solo al fútbol y también me gustaba. Igual me divertía mucho jugando con las niñas, al teje, e incluso a las ‘casitas’, no hacía distinciones, siempre buscaba hacer lo que me divertía. Cuando miro las fotos de aquel entonces observo un niño de gesto amanerado, sencillamente espontáneo, diría Wilhem Reich. Ya entonces me gustaban 3 niñas de mi clase, Ana María, Beatriz y Sandra. Durante mucho tiempo me llamaron ‘marica’ y a medida que fui creciendo, se convirtió en ‘maricón’.
Ayer leí una publicación acerca de ‘las células imaginativas’. El reconocido biólogo Bruce Lipton las ha descubierto, y además ha tenido la genial idea, de llamarlas de esta manera. Bruce dice que estas células son distintas a las otras células del cuerpo de la oruga, que el sistema inmunitario del gusano piensa que son enemigos e intenta destruirlas. Pero las nuevas células imaginativas siguen apareciendo, y multiplicándose de forma imparable. Hasta el punto de que el sistema inmunitario de la oruga no puede destruirlas lo suficientemente rápido y se vuelven más fuertes conectándose entre ellas hasta que forman una masa crítica que reconoce su misión de llevar a cabo el increíble nacimiento de una mariposa. Hoy tuvimos círculo de hombres, el grupo fue pequeño y el trabajo bien profundo. Después de compartir nuestros fuegos internos, uno de los compañeros hizo referencia a que todos éramos muy sensibles. Eso me hizo recordar que, la última vez que quise hacer esta publicación, inconscientemente escribí como título ‘Masculinidad Masculina’. Reiterativo, si. ¿Pero de verdad hay una diferencia entre Sensibilidad Masculina o Femenina?. Yo pienso que no, pero si alguien ahí cree que sí, por favor, que me alumbre. ¿Te imaginas que todos los hombres reconocieran y aceptaran su sensibilidad? ¿Te imaginas que como hombres imaginativos y sensibles formáramos una masa crítica cuya misión fuera el increíble nacimiento de una sociedad de mujeres y hombres en igualdad? ¿Te imaginas? Foto: Jasmine Verspeet Mentir a otro. 'Por su bien'.
Mentir a otro, ‘por su bien’, no es una solución, ni siquiera una excusa. Puede ser un ‘parche’, que usamos para evitar una situación incómoda, pero cuyo resultado dará la cara, tarde o temprano. Además, no estás mintiendo al otro ‘por su bien’, lo haces por el tuyo, pero aún no reconoces que no tienes la valentía para decir la verdad, y asumir sus consecuencias. Pones al otro como excusa para no vivir la incomodidad, de que la verdad se desvele, y poder sostenerla con los recursos que tienes. De esta manera no solo estás evitando tu propio dolor, sino que crees saber qué es lo mejor para ella (Soberbia), crees que puedes evitar su dolor. Al hacer esto, infravaloras al otro y das por hecho que no tiene ni el poder, ni los recursos para afrontar la verdad. Lo dejas desprotegido, vulnerable. La mentira es una forma de manipulación que tiene las patas cortas, no se sostiene sola por mucho tiempo. Por mucho afán que pongas en barrerla debajo de la alfombra, ocultando la verdad, la alfombra cambiará su forma y tamaño, proporcionalmente a la mierda que sigas ocultando. Y así la mentira seguirá creciendo y creciendo. Pongamos un ejemplo: si tienes una relación de pareja, y habéis establecido un acuerdo de fidelidad el uno con otro donde contemplais no mantener relaciones sexuales con otras personas, si alguno de los dos rompe ese acuerdo, durante un tiempo podrás ocultar el engaño de la infedilidad, pero no podrás evitar que, ‘en lo sutil’, tu pareja sienta que la estas engañando. Lo sutil mueve lo denso, y la mentira es densa. Esto no quiere decir que seamos unos ‘sincericidas’, y vayamos haciendo muestra de lo sincero que somos todo el tiempo. Esto puede ser peligroso y hasta perjudicial, sobretodo si ese ‘ser sincero’, en definitiva, es otra máscara para no reconocer que también nos mentimos y nos engañamos, que no hay nadie perfecto. Más bien, queremos aprender nuevas formas de ser honestos con nosotros para así poder ser sinceros con los demás. En definitiva, encontrar el camino de ‘en medio’, donde cuidar de uno mismo, es cuidar de los demás y viceversa. Si te suena lo que cuento y necesitas explorarlo, podemos concretar una cita presencial u online de acompañamiento en terapia. Escríbeme por privado y lo hablamos. Foto: Aoife Casey ESPIRITUALIDAD NIVEL USUARIO. LAS FISURAS DE LA VERDAD. ‘Por algo pasan las cosas’ - Eso me decía una de mis maestras de vida, cada vez que me empeñaba en que las cosas salieran como yo quería, y la vida tenía otros planes para mí, ¡juas!. Ahora todo pasa por algo. Gracias Jung por tu sincronicidad (que bonita palabra).
‘¿Mejor?, ¿con otra persona?, ¿en otro lugar?... ¿de verdad tenía otro plan?’ - Eso es lo que mi mente me dice cuando me escapo del presente, de lo que hay, de lo que toca, de lo que no quiero aceptar. ¡A que jode!... pero un ratito nada mas. ‘Respira y confía... en tí mismo, coño’ - Es lo que he aprendido para darme cuenta de que lo que ocurre ahora, es el plan, no hay otro plan. Bueno si, todos los que yo quiera imaginar, pero eso no, no es la realidad. ‘Sabes poner límites… a tí mismo’ - Me estoy sacando el master, y nadie me dijo que fuera fácil. Pero ¡‘weon’!, que bien sienta cuando uno aprende hacerlo consigo mismo, sin culpa y sin rencor. Este es el sustrato, para ponerle límites al otre, para quererse a uno mismo. ‘Escucha… a tu cuerpo’ - Este es mi mantra desde hace aaaaaños. Mis sentidos, mis sensaciones corporales. Ellas me dan firmeza, solidez, me enseñan a ser coherente, a ser íntegro. A dejarme de ‘estupideces’, esta es mi verdá, ¿sabes?. ‘Eres generoso si… pero no estúpido’ - Sostener la soberanía de mi alegría y mi propio placer, ser generoso es mi semilla, y si quieres te ayudo, pero no voy a perder mi tiempo, yo no ‘claudico’. Yo soy ‘espeto’ en dramas, que el ‘verdugo’ lo haga otro. ‘Cuando fluyes con la vida hasta ‘¡Cagas Estrellas!’’ - Y cuando no fluyo, pues cago igual. Mi caquita es mía y de nadie mas. Todo lo demás es fake. Seres de luz, este mensaje es para vosotros, que también cagais. ‘Eres un hombre, si… ‘no un mujhombre o un viceverso’ - Con todo, con mis contradicciones y mis bellezas, a veces ‘gracioso’, a veces más ‘seco que la mojama’, no copio y pego de otres. Lo que soy o no soy, lo valoro, todo. 'Por algo son las cosas, con todo su misterio' Hace 3 mese que comencé con la práctica de mi versión de la ‘Small Dance’ que creó Steve Paxton junto a sus colegas de la compañía ‘Reunion’. Se dice que para conseguir crear un hábito saludable tenemos que repetirlo 21 veces. Más allá de si esto es verdad o no, yo me siento muy satisfecho. Hacía meses que me movía el deseo de encontrar una manera de bailar a diario, porque…, lo que voy a decir quizás no es nuevo para ninguna de nosotros/as, pero a mi ‘bailar me da la vida’. Al carajo si suena cursi, y quizás ese sea el problema con ‘lo romántico’, pero ¿qué podemos esperar de una sociedad endurecida?. Así que sin deliberación alguna esta cuarentena ha hecho que se cumpla uno de mis más grandes deseos. La primera semana me sentí un poco vago, creo que aún me estaba adaptando a este cambio inesperado. Después de unos días comencé a pensar, que no quería estar tanto tiempo parado y que quería moverme, ¡qué tendrá esto del movimiento!. Toda la vida me he engañado haciendo muchas de las cosas que me gusta sin una motivación clara porque detrás de ella aún se encontraba un fantasma, el reconocimiento, ¡que me vean!, y el valor de reconocerlo. Pocos días antes de empezar con esta práctica, me senté a escribir una lista de fantasmas que asustaban mi vida y que ya no tenía más ganas de que estuvieran conmigo, quería despedirme de ellos. Vivir en casa de mi madre, gran maestra, sobretodo, por el espejo que me hace, es lo más sanador que me ha pasado en este tiempo. Ha sido de ella de la que he aprendí y creí, muy despacito y con más de un golpe ‘el que dirán’, el miedo a lo que el otro piense o diga de mí, y que si dicen algo, que al menos sea para reconocerme, que me aprueben, menuda cárcel esta. Así es como, después de ver una propuesta del colectivo Moving Resources, en facebook para practicar la Small Dance de Steve Paxton durante los días de confinamiento, tome la iniciativa y me puse en marcha con esta propuesta. Me gustó todo, desde la pequeña guía que ofrecían con escritos de Steve y algunos de sus compañeros, hasta la hora en la que lo proponían. Era perfecto, así me daba el tiempo para entrenar y calentar primero, y después entrar en la práctica. Pero llegó otra pregunta, ¿Dónde lo hago?. La casa de mi madre está llena de cosas, las típicas que puedes encontrar en un 9º piso de una familia de clase media, la habitaciones dormitorios son demasiado pequeñas y están llenas de otras tantas cosas que nunca podré sacar o cambiar de lugar, o al menos no ahora, y no era plan, ni de eso ni de crear disputas innecesarias. La única habitación más o menos libre era la salita de estar, espacio que no se usaba, pero que también tienen sus muebles, de típico corte clásico y acomodado, pero más fáciles de mover y adaptar para crear un espacio semi diáfano. Me alegra que independientemente de los obstáculos/recursos que puedan existir, me acompañaba una planta Monstera Deliciosa o más conocida como ‘costilla de adán’, a la que tengo mucho cariño. Lo cierto, es que el primer día lo hice en mi habitación y siguiendo a rajatabla la guía de Paxton, pero después de esta vez fue suficiente para darme cuenta de que no iba a poder mantener una práctica, casi meditativa como esta, en el tiempo. Mi intensidad y mi necesidad por moverme más ampliamente, tarde o temprano me harían cambiar de espacio. De ahí este cambio a la salita, y que se ha convertido, con más o menos estilo, en mi espacio de danza y expresión, sagrado. Ahora ya lo tenía todo, o casi todo. Tenía el espacio, el tiempo, la música…, pero ¿que había pasado con el que dirán y mi afán por el reconocimiento? Me dispuse a dar el paso, y me prepare con ganas. Cogí mi ordenador para la música, el móvil para grabarme y lo coloqué todo ahí, en frente. Ajá, ya está todo listo, pero ¿ahora qué?, ¿no vas a bailar sin más? (pregunta que resonaba en mi cabeza). Así pensé que un paso para este cambio sería publicarlo. Si, publicarlo y que la gente pudiera verme en las redes, es el escenario perfecto para que te vean, y poner en juego ‘el que dirán’. Tomé y recordé algunas pautas que quería explorar desde hace tiempo y ahí me planté en el centro de la sala, con miedo, mucho miedo. Mi cuerpo estaba tenso y apenas daba pie con bola en algunos de mis movimientos, pero a la vez que esto ocurría, una voz adentro me decía, pero ‘¿y a quién le importa? Hazlo para tí, esta es tu danza, disfruta tu manera de quererte y bailar, solo puede haber belleza en eso, no hay nada bueno o malo en quererse, tu amor como tu danza, es única y singular, esto es lo que hay, ya no hay vuelta atrás’. Y así es como llevo ahora 3 meses haciendo lo que amo, en un espacio cotidiano, explorando mis danzas, poniéndome a prueba, investigando con intervalos en los tiempos y los espacios, unas veces más entero y otras más fragmentado, anclando en mi práctica, vinculando al presente y a todas vosotras. Deja un comentario a continuación o escríbeme en la barra de suscripción para recibir mis servicios de acompañamiento en terapia o arteterapia gestalt y corporal, y organizamos una cita. También si deseas saber más sobre la práctica de la Small Dance y los acompañamientos que presto a través de esta práctica.
Estoy disponible para cualquier tipo de consulta. Pronto habilitaré una agenda online para que sepas cual es mi disponibilidad y la puedas ajustar a la tuya. 'Cuidar de uno mismo/a, es cuidar de los demás y viceversa'. Gracias por leer DIÁLOGO CON EL MIEDOFoto: Jasmine Veerspet Esta mañana me desperté con el miedo llamando a mi puerta. Estaba en la cama tumbado, con ganas de seguir durmiendo y remoloneando, me dí un par de vueltas intentando hacerme el tonto para no darme cuenta, pero lo cierto es que no dejaba de escuchar el ‘knock-knock’ sonando en la puerta. Aunque no era demasiado insistente, después de llamar varias veces, tuve la sensación de que no se iba a marchar. A veces el miedo puede tener mucha paciencia. Respiré profundo en la boca de mi estómago, y con un poco de resignación me dije: ok, esto tienes que atenderlo. Lo guarde en la cajita de lo pendiente, prometiéndome que lo retomaría más tarde, quería darle prioridad a mi práctica corporal e incluso aprovecharla para ver si sacaba algo interesante llevándola al movimiento. Me tumbé en el suelo y comencé con el calentamiento a la vez que mi cabeza daba vueltas con un discurso bastante certero. Me encontré entonces en esa situación en la que uno no sabe si parar y ponerse a escribir, por miedo a que la inspiración se escape, o seguir y confiar en que los pensamientos vuelven a su sitio, fluyendo, como las aguas vuelven al río. ¡Oh!, tremenda osadía. En ese momento decidí confiar y continuar con mi práctica, y el miedo, pues no apareció en el movimiento como yo esperaba. ¡Maldita sea!, exclamé. Ahora ya no quiero dejarlo más, en cuanto termine de almorzar, seguro que lo atiendo, me dije a mi mismo confiado. El miedo es experto en posponer las tareas y la vida es caprichosa, uno nunca sabe cómo ocurrirán las cosas. A veces pienso que esto no es justo, que deberían darnos más de una oportunidad para decidir qué camino queremos tomar, después de haber vivido la experiencia de aquello que decidimos, como en esos libros que leía en mi pubertad, ‘Elige tu propia aventura’. Finalmente me decidí a sentarme y dedicar el tiempo a escuchar y dialogar con el miedo. Hasta entonces, venía especulando con varios escenarios, pero quise detenerme un poco para no hacer suposiciones sobre lo que me pasaba y darle demasiado poder a mi cabeza, pues recordé que en el momento en que sentí miedo en la mañana, apareció en mi mente una imagen de inmediato. En esta imagen, mis alumnos no aparecían en las clases y me encontraba solo, en el parque, nadie aparecía para participar de las prácticas al aire libre, acompañado además de una sensación de insuficiencia, sensación que ha estado oculta en mi vida y no me había dado cuenta hasta ahora. Me dispongo a tomar este diálogo con el miedo y con las sensaciones derivadas de esta emoción, y para ello elijo continuar desarrollando la imagen que apareció del ‘miedo llamando a mi puerta’, a la vez que respiro todo lo que aparece en mi cuerpo, dando pie a este relato. Llaman a la puerta mientras me hago el remolón en la cama, pero insisten una y otra vez, y parece no tener prisa. Me levanto y me dirijo a la puerta, y al abrirla encuentro a un repartidor con un paquete. Miro a este repartidor, que resulto ser yo, obviamente vestido de repartidor - ¡Uy! ¿qué casualidad? - me digo con cierto tono irónico. Nos miramos a los ojos y sin mediar palabra, de repente me suelta el paquete, se da media vuelta y un poco apresurado, se marcha. Yo me quedo extrañado, no he hecho ningún pedido y tampoco es que suela recibir regalos empaquetados en casa, pero al mirarlo, veo que tiene una etiqueta con mi nombre. No cabe duda de que el paquete es para mí. Me voy a mi habitación mientras lo abro, no es demasiado pesado y está embalado un poco de mala manera, pero estoy un poco nervioso y me apresuro a abrirlo. Primero encuentro un papel blanco, como los que usan para envolver a los zapatos dentro de sus cajas, y cuando lo retiro encuentro una especie de casco negro como los que usan los ciclistas en las contrarreloj del Tour de Francia. No entiendo bien que tengo que hacer con esto, le doy la vuelta y lo miro con detenimiento por si encuentro algo que resalte o donde me explique que ‘carajo’ es esto. No encuentro nada, más allá de las típicas correas para atarlo a la cabeza, así que vuelvo a mirar en la caja y encuentro un papel que pone ‘Manual de instrucciones’. Cuando lo abro y miro en su interior, leo una frase que dice ‘Para que no te comas la cabeza’. ¡¿Aja?!, ¡Gracias!, me digo con cierto tono irónico y dudoso, mientras me pongo el casco en la cabeza. Inmediatamente comienzo a sentirme un poco incómodo y siento un poco de dolor de cabeza. No entiendo nada. Me dan ganas de quitármelo, pero en ese momento, salen unas gafas negras de la visera, como las gafas de sol típicas de los ciclistas profesionales, y empiezo a ver imágenes en 3D. Con algo de dificultad, casi puedo ver la figura de alguien, hasta que poco a poco se va aclarando y consigo ver a una persona muy delgada, más pequeña que yo y bastante consumida. Parece estar tímida, tiene los ojos grandes y la mirada un poco esquiva, como queriendo ocultar algo. A medida que sigo atinando en mi visión, me doy cuenta de que esa persona soy yo o la versión de Gollum de mi persona. De hecho, está como oculto en la oscuridad y apenas logró escucharlo, pero de inmediato, me doy cuenta de que es mi miedo y que casi lo había olvidado. La verdad es que lo veo bastante mal, muy deteriorado, como alguien que se ha abandonado. Aun así, me siento incómodo con su presencia, pero con ganas de hablarle, que entremos en diálogo: (En este diálogo, después de reconocerle a él como mi ‘Miedo’, descubro que al ponerme en su lugar me reconozco a mi como ‘El Brillante’ al otro lado, ambos estamos enfrentados)
(a partir de ese momento ambos se percatan que pueden ver al otro con mas claridad)
Ambos entran en contacto poco a poco. Primero llevan sus manos a los hombros del otro, hasta colocarse tan cerca que se dan un abrazo’. Deja un comentario a continuación o escríbeme en la barra de suscripción para recibir mis servicios de acompañamiento en terapia o arteterapia gestalt y corporal, y organizamos una cita.
Estoy disponible para cualquier tipo de consulta. Pronto habilitaré una agenda online para que sepas cual es mi disponibilidad y la puedas ajustar a la tuya. 'Cuidar de uno mismo/a, es cuidar de los demás y viceversa' SEGUNDA parteEn la primera parte de esta publicación comenzaba hablando de la crisis actual debido a la epidemia del COVID-19, y de ofrecer algunos consejos para manejar el miedo. Esta publicación también iba acompañada de una imagen que simulaba a un dispositivo que eliminaba el miedo. Afortunadamente, y aunque en ocasiones nos gustaría que esto fuera así, no podemos eliminar el miedo de nuestras vidas. Ni que fuéramos dioses jugando a ser perfectos. Tampoco existen varitas mágicas que te hagan desaparecer el miedo para el resto de tu vida. Lo que te comparto ahora es mi particular visión basada en mi experiencia, y en el acompañamiento en terapia de otras personas. Lo que sí sabemos, es que el miedo es una emoción como otra, y que a pesar de su mala fama, su función es informarnos de que algo nos está ocurriendo, y esto lo hace a través de nuestro cuerpo, de nuestras sensaciones corporales. Básicamente, lo que hacen estas sensaciones corporales es enviar mensajes para que nos demos cuenta de la existencia de un peligro y ponernos en alerta, pasando de un estado de ‘equilibrio’ o ‘reposo’ a otro estado que pone a nuestro cuerpo en desequilibrio, lo que conocemos como estrés, ansiedad o incluso angustia. Aunque a veces esto ocurre en un instante que apenas dura unos segundos, es conveniente observar que este nuevo estado va acompañado normalmente de malestar corporal, sensaciones desagradables. Por lo general, deberíamos saber responder a las diferentes situaciones de peligro de manera natural, hábil y asertiva. Pero, lo cierto es que la manera en la que hemos sido educados y nuestras experiencias vitales condicionan claramente estas respuestas. Y entonces, ¿cómo hacemos esto?. La respuesta es compleja y repito, que depende de cómo cada persona ha aprendido a manejar el miedo en las diferentes situaciones de su vida. Tampoco hay que olvidar, que también hay una diferencia cuando experimentamos de miedo en una situación real de peligro y cuando ese miedo es neurótico, y esto último es importante. Mientras en el miedo real, la intensidad de la emoción se ajusta a la dimensión del peligro o la amenaza, en el miedo neurótico la intensidad de la sensación no se corresponde con la amenaza. Es por ello, y ahora sí, comparto algunas recursos que considero importantes:
Ahora, nos sentimos más seguros y confiados, aprendimos a sentir de forma sana nuestro miedo y a discernir entre un miedo real o imaginario, pero no quería terminar esta publicación sin nombrar lo que considero, en estos momentos de crisis e incertidumbre, aún más necesario: la sensibilidad. Pero esto, lo dejaré para otra publicación, pues la merece. Ya están activas las sesiones de acompañamiento en terapia y arteterapia gestalt y corporal, tanto online como presencial. Si deseas recibir mis servicios solo tienes que hacer contacto conmigo dejando un comentario mas abajo y organizamos una cita.
Estoy disponible para cualquier tipo de consulta. Pronto habilitaré una agenda online para que sepas cual es mi disponibilidad y la puedas ajustar a la tuya. 'Cuidar de uno mismo/a, es cuidar de los demás y viceversa' Primera parteDesde que empezó la crisis del COVID-19, algunas personas queridas y no especialmente miedosas, me preguntaron qué es lo que podían hacer para controlar el miedo, y que si les podía dar algunos tips. A veces, cuando me encuentro con esta pregunta, me lleva también a preguntarme, qué es lo que queremos cuando decimos querer controlar el miedo u otras emociones. Aún no lo tengo claro del todo, pero cuando en una sesión de acompañamiento en terapia, insisto en que me aclaren como es eso de querer controlar sus emociones, lo que escucho de estas personas, parece estar más encaminado a ‘evitar’ o ‘dejar de sentir’ esta emoción/es directamente, más que a hacer uso de ellas, manejarlas o dominarlas, ponerlas al servicio. En cualquier caso, pienso que no existe una fórmula mágica para manejar el miedo, como cualquiera de las emociones denominadas ‘negativas’ o al menos, yo no la encontré todavía. Prometo hacerlo si tengo la dicha. Pienso que, dentro de la complejidad que albergamos los humanos, y a pesar de nuestra similitudes, la manera en que percibimos y navegamos la vida y en este caso, las emociones, sigue siendo un misterio que proviene y se enriquece de la singularidad de cada uno a la hora de percibir sus emociones, y la diversidad en la que establecemos nuestras relaciones personales. No hay una igual a la otra, pero en cada una de ellas podríamos encontrar rasgos comunes. ¡Cuanta belleza, verdad! Podemos decir que el miedo se considera, junto a la rabia, la alegría o la tristeza, una emoción básica o primaria, dentro del amplio conjunto de emociones que experimentamos y que se caracteriza por una sensación intensa y desagradable. Como el resto de emociones, el miedo viene a cumplir una función orgánica concreta, la cual en este caso, sentimos ante una situación de peligro, real o supuesto (imaginario), que puede ocurrir en el momento presente, hacia un futuro desconocido o por algo que pasó en el pasado. Son muchos y muy interesantes todos los enfoques desde donde podemos observar o estudiar el miedo, desde un punto de vista biológico, neurológico, psicológico, social y cultural, cada uno con sus matices y sus complejidades, dependiendo de nuestra respuesta orgánica y los niveles de intensidad. Podemos sentir miedo experimentado como susto, aprehensión, pavor, riesgo, peligro, alarma, temor, terror, horror, pánico e incluso, no solo de manera aislada sino mezcladas con otras emociones. El miedo produce cambios fisiológicos en nuestro cuerpo incrementando el metabolismo celular, la presión arterial, la glucosa en sangre, la actividad cerebral y la coagulación sanguínea. El sistema inmunitario se detiene, la sangre fluye a los músculos mayores como respuesta de huida, y el corazón se acelera para llevar hormonas a las células; y en nuestro rostro, la mirada se abre ampliando la visión, las pupilas se dilatan para dejar entrar más luz, se nos arruga la frente y los labios se estiran. Cuánto sabe nuestro cuerpo, o cuánto sabemos cuando no intervenimos en ello. Si somos un poco curiosos también podemos encontrar que podemos sentir miedo a muchísimas cosas. Podemos sentir miedo a algo que se encuentra fuera de nosotros como el miedo a ciertos animales, el miedo al agua, miedo a las alturas, miedo a los espacios cerrados, miedo a ser atacado o miedo a un virus, pero también podemos sentir miedo a situaciones que tienen su origen en nuestra psicología profunda, como el miedo al ridículo, miedo al dolor, miedo a lo desconocido, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al miedo o miedo a una raza, todas categorizadas con sus propios nombres y fobias, y todas guardan una estrecha relación con nuestra cultura. Es bien sabido, y ha ocurrido a lo largo de la historia, que las diferentes religiones y sistemas de poder, ha usado el miedo como fuente para ejercer el control de las personas y las masas, y también ha obtenido un fuerte protagonismo en el mundo del arte, particularmente en la pintura y la literatura. Después de esta introducción sobre el miedo, cuya información podemos ampliar con un simple ‘click’, buscando un poco en diferentes fuentes de conocimiento, lo que nos atañe ahora no es seguir hablando sobre lo que sabemos acerca del miedo, sino más bien a qué podemos hacer cuando sentimos miedo. Pero para esto dedicaré otra publicación, pues merece una segunda parte. No sin antes dejarte un pequeño regalo de adelanto. Un breve relato de una paciente en una de mis sesiones. Espero que la disfrutes. “Esta paciente sentía miedo y dudaba de sus acciones con frecuencia, se daba cuenta de que su vida estaba muy condicionada por el miedo, y le generaba mucha frustración a la hora de tomar decisiones. Se sentía cansada, y aunque era consciente de lo que pasaba no entendía porque el miedo la dominaba. En otra propuesta de acompañamiento, ella se había percibido como una ‘maestra’ y su ‘discípula guerrera’. Así es como ella relata este encuentro con su miedo. ‘Había una vez una joven discípula guerrera, cuya maestra le dijo que tenía que luchar contra el miedo, aunque ella no quería hacerlo. Le parecía algo demasiado agresivo y temerario, le parecía poco amistoso. Pero la maestra insistió y le dió las instrucciones para su batalla. Llegado el día, la guerrera estaba de pie en un lado y el miedo estaba al otro. La guerrera se sentía muy pequeña y el miedo parecía muy grande e iracundo. Ambos tenían asidas sus armas. La joven guerrera se levantó, fue hacia el miedo, se postró tres veces ante él y le preguntó: «¿Me das permiso para entrar en esta batalla contigo?» El miedo dijo: «Gracias por mostrar tanto respeto al pedirme permiso.» La joven guerrera volvió a preguntar: «¿Cómo puedo derrotarte?» Y el miedo replicó: «Mis armas son que hablo muy rápido y me sitúo muy cerca de tu cara. Entonces te pones muy nerviosa y haces lo que te digo. Si no hicieses lo que te digo, no tendría ningún poder. Puedes escucharme y puedes respetarme, puedo incluso convencerte con mis argumentos; pero si no haces lo que te digo, no tengo poder.» De esta forma la estudiante guerrera aprendió a derrotar al miedo’.” Después de un período de pausa, estoy activando de nuevo las sesiones de acompañamiento en terapia y arteterapia gestalt y corporal, tanto online como presencial. Si deseas recibir mis servicios solo tienes que hacer contacto conmigo dejando un comentario mas abajo y organizamos una cita.
Estoy disponible para cualquier tipo de consulta. 'Cuidar de uno mismo/a, es cuidar de los demás y viceversa' Foto: Aoife Casey Cuando aterricé en Berlín por ‘no se cuanta vez’ hace 7 años, para encontrar una manera de estar cerca de mi hijo, y después de haber confirmado mi trabajo como cocinero en Ponderosa (Stolzenhagen), mi cuerpo supo que no era el momento de estar ahí.
Si bien, yo creí que todo estaba hablado y confirmado con los directores del centro, resultó que para ellos esto no era así. Y a mi llegada, tras ponerme en contacto con ellos, ya habían encontrado a alguien para el puesto, y ni siquiera me lo habían anunciado. Y ahí fue cuando lo sentí, de lleno. El vacío pegó de lleno. Eso y la sensación de dolor en mi plexo. No tenía nada. Ni dinero, ni trabajo, ni siquiera un sitio donde quedarme. Y ya, entonces, no tenía una buena relación con la madre de mi hijo. Sentía que una bola de vacío, se expandía desde mi plexo al resto de mi cuerpo. Me sentía vulnerable, enajenado y lleno de impotencia. Sentía que mi cuerpo drenaba, y perdía mi poder personal. El vacío ya no venía solo, el miedo y la incertidumbre se habían instalado, estaba todo ahí, empaquetado. La tierra debajo de mis pies no solo se movía, sino que desaparecía, se desmoronaba, se partía en cachos. Y si miraba hacía abajo, no podía ver nada, solo el oscuro vacío de la nada. Creo que esa fue la primera vez que sentí vacío, o al menos de esa forma tan intensa y precipitada. No sabía dónde asirme, no encontraba un lugar donde agarrarme, cualquier intento por encontrar un apoyo era ridículo, se desvanecía. La sensación de pequeñez se agrandaba cayendo por ese vacío hacía ninguna parte. No hallaba forma de sostenerme, era tremendamente inquietante. En mi cabeza brotaba una imagen que se hizo recurrente. Me veía a mi mismo como un nadador, con gorro y gafas, subiéndome a una silla apoyada en ningún lugar. En pie, sobre la silla, saludaba al público antes de lanzarme al vacío, que me golpeaba. Las imágenes de estar cayendo constantemente se repetían y la sensación en el plexo solar no desaparecían. La vida me decía algo, pero yo no la escuchaba. Me he humillado tantas veces. Tengo historias, dentro de otras historias, que hablan de humillaciones. Pero no he venido a humillarme, sino a crecer como persona. Esto era lo que mi cuerpo, tímidamente hablaba. Es difícil comprenderse cuando a uno le han dicho tantas veces, como y que es hacerse grande. A mi no me sirvió para nada. La lucha entre mi cuerpo y el adoctrinamiento que he recibido, me hacían percibir la vida con mucha frustración, mientras avanzaba. El combate entre lo que uno es, acuerpado, y lo que a uno le inyectan ‘como debería ser’, se revelaba. Todos tienen una vacuna para tu vida. Mi cuerpo se abría paso por ser quién es, mientras mi mente me encarcelaba. Lo convencional era un arma de destrucción masiva. El hombre libre no tiene nada que ver con lo que me enseñaban en la escuela. Pero que hermoso sentir, que el cuerpo siempre recuerda. Y eso no me lo quita nadie, en la salud o en la enfermedad, hasta que del cuerpo me separe. |